martes, 6 de octubre de 2009
LA COSQUILLA
jueves, 25 de junio de 2009
A MIS HERMANAS: "LA MUERTE DE MICHAEL"
El caso es que creo que ésta no es una muerte común. Muchos dirán que era "el Rey del Pop", "ícono de la música", "representante de toda una generación" y muchos títulos más que le quedan cortos. Pero fuera de eso, para mi, y creo que para ustedes también, es una pretexto para pensar que la vida es muy corta y lo peor, nunca vamos a saber cuando será el último día de nuestras vidas.
Hace poco leí, sobre la duración de la amistad. Dicen que un amigo está cerca de ti máximo 7 años. Después se cortan ciertos lazos para armar otros círculos sociales. Eso no nos ha pasado a nosotras. Me da gusto que a todas las conozco hace mucho más tiempo. Tal vez algunas se fueron de Monterrey. Otras más están pensando en volar pronto de aquí. A algunas, hace mucho que no las veo, a otras tengo la fortuna de convivir a diario. No importa cada cuando las vea, lo que vale es que sigo queriéndolas con todo mi corazón.
Ustedes no fueron ni serán, son mis hermanas y le agradezco a Dios y al universo por haberlas puesto en mi camino. Cada una es tan especial y he aprendido tanto gracias a su amistad. La verdad es que son las mujeres más valientes, íntegras, inteligentes, y valiosas que conozco y hoy se los tenía que decir, aunque muchas veces lo he pensado y otras lo he olvidado.
Atte.La nana Nanita Nana fine Dianaaaaaa etc.
miércoles, 29 de abril de 2009
AMOR EN TIEMPOS DE INFLUENZA PORCINA
¿Qué cómo me siento? Pues, creo que como tú te sientes: preocupada, agobiada, aliviada a ratos. Con fe. Sin fe. Enojada porque siento que me engañan los medios, que me engaña el gobierno. Que todo esto es como un chupacabras vestido como cerdo. Pero luego lo pienso mejor, y si es verdad, simplemente aún no quiero morir.
Nunca pensé que iba a sentir tantas cosas a la vez. En momentos, estoy muy positiva y me gusta hacer bromas con mis compañeros de trabajo y amigos. Con decirles que hasta subieron mi foto alusiva a la situación en una página web (www.tapabocas.com o algo así). Así como a ti, me ha dado por hacer bromas crueles imaginando qué pasaría si esto realmente se convirtiera en el fin del mundo… It’s the end of the world as we know it… and I feel fine… (Perdón, se coló esa canción en mi cabeza) ¿Ven lo que les digo de las bromas crueles?
A veces me pongo a pensar que todo esto es una mentira. Creo que a muchos nos han mandado una gran cantidad de correos electrónicos explicando por qué esta situación es un teatrito montado por los políticos para tener tiempo y espacio de aprobar ciertas leyes sin que nosotros -el pueblo- podamos siquiera chistar. Por cierto, ya es legal portar drogas, siempre y cuando sean para consumo personal. Hasta hoy, yo ni sabía.
¡Sus comentarios son muy valiosos!
sábado, 7 de marzo de 2009
AYUDA PROFESIONAL
¡Ay, doctor!, eso de quedar bien con todo mundo, nada más de pensarlo me duele la cabeza. Para acabarla de amolar, mi trabajo es tan pesado que tengo que soportar que me echen la culpa de todo lo que hacen otros. Yo creo que piensan que soy un titiritero o me metiera en la cabeza de todos o como si les susurrara cómo actuar, como si les estuviera soplando las respuestas de un examen. Pos sí solitos se meten en broncas. Que si La Inquisición, que si La Primera Guerra Mundial, que si el Holocausto, que si los Papas corruptos y los padrecitos pedófilos, que si la Gran Depresión Económica y de humanos, que si el tsunami, que si Carlos Salinas, que si el PRD, que si lo de Tabasco.
Permítame decir una blasfemia contra mí mismo: ¿cuando demonios van a entender que solitos cavan el hoyo? Estos hombrecitos son los autores de sus propias desgracias, los asesinos intelectuales de la naturaleza. ¡Todo yo!
De repente, y todavía con coraje, Dios se levantó de un brinco del diván y se fue corriendo a su oficina, pues había olvidado cerrar la puerta con seguro.
(Escrito hace algunos añitos)
AYER HABLE CON DIOS
Miguel Bosé y yo estábamos tomando vino barato y en su mano derecha traía un puro enorme, que fumaba muy pausado. No sabía por qué me encontraba con él, pero desde que comenzó a hablar me di cuenta que era Dios.
Recuerdo que me quejé mucho, me queje de mi trabajo (que muchos envidiarían), me quejé de ser tan escéptica en cuanto a mis relaciones afectivas, tan desconfiada. Me queje del calor insoportable de la ciudad y hasta del tráfico y la forma salvaje de manejar de la gente. Miguel Bosé me miraba tranquilo, apacible, como si le estuviera contando una película.
Tal vez hablé un poco de mi familia y de mis hermanos que no me hablan desde hace 5 años. Le conté como me molestaba no ver hacía donde iba con mi trabajo, si algún día realmente “despegaría” o estaba condenada a ser una empleada normal, común y corriente. Sí había elegido bien al quedarme en esta ciudad y no arriesgarme cuando tuve la oportunidad de volar o si en el futuro se me iban a presentar otra oportunidad similar. Le conté que no sabía bien a donde me llevaba mi relación actual, que tenía muchas dudas, pero no porque no lo amará, más bien porque no sabía si íbamos bien o no. Le platiqué que cuando me enamoraba así, prefería portarme un poco fría, como autodefensa contra cualquier cosa mala que pudiera pasar. ¿Y si me engañaba?, ¿y si no me quería con la misma intensidad que yo?, y otros asuntos que prefiero no comentar porque, nada más de pensar, se me revolvía el estómago.
Le conté de mis amigos y de mis amigas, de toda la gente que ya tomó su rumbo (como debía ser). De los casados, de los divorciados, de los que ya hasta hijos tuvieron, y yo... no sabía si me estaba estancando en una etapa y debía pasar a otro nivel en todos los sentidos.
Dios, en el cuerpo de Miguel Bosé, me miraba con la misma serenidad, pero como tratando de analizarme. Recuerdo perfectamente cómo aspiró su puro y comenzó a hablar. Yo sólo podía pensar que eran las palabras que yo necesitaba precisamente en ese momento, pero, al tratar de retenerlas en mi mente, se me colaban como peces de río. Y hasta me puse seria, le dediqué todos mis sentidos, toda mi atención, y nada. Todo lo que yo recibía eran las palabras más sabias jamás pronunciadas, pero, por más que trato de recordarlas en este momento... no puedo. No puedo recordar qué era eso tan importante que me decía. ¿Me estaba regañando?, ¿Me estaba consolando? ¿Me estaba dando la fórmula exacta para ser feliz? ¿Me habría dicho cuando iba a morir? ¿Me estaba revelando la “verdad de la vida”? ¿Me estaría contando de su próximo concierto?
Después de un rato, Dios-Miguel Bosé me llevó a la central de autobuses (no sé si volando, caminando o en taxi) para mandarme a no se qué lugar. Por lo pronto, puedo recordar que estaba muy mortificada porque mi maleta tenía muy poca ropa. Y, aunque trataba de explicarle que no me quería ir aún, me metió casi a la fuerza a un camión con un destino desconocido. Aunque traté de decirle que no podía irme así, no tuve éxito, y hasta le expliqué, en todos los idiomas (porque en este sueño hablaba muchos idiomas), pero no pude darme a entender.
Ya dentro del autobús me quedé muy triste porque creía que podría recordar algo de su plática en el largo camino, que seguramente tendría que viajar, pero no lo conseguí. Al alejarse el camión saqué la cabeza por la ventana y vi cómo Dios-Miguel Bosé se hizo chiquito, señal de que el chofer estaba acelerando y, literalmente, nos fuimos volando de la central. Era algo casi teatral.Desperté sólo por que mi celular estaba sonando.
Hablar con Dios es una de las cosas más cansadas que existen. De tanta información que recibí de Él, mi cabeza quería estallar. Si en el sueño no pude acordarme que me dijo Dios, tampoco tuve suerte al despertar.
¡Buena vibra para todos!
Derechos Reservados 2009 Diana Robledo
LA FERIA
Gran variedad de accesorios: aceite para tuercas, foquitos para ojos de diferentes colores, antenas de gran alcance, rueditas para los pies, entre otros. Precios inigualables como: corazón de robot, desde $11,999.00; robotitos bebés para que tu robot nunca se sienta solo, desde $19,975.00, y, sólo por mencionar este asunto, un 2x1 en todos los cerebros para robots que albergan más de 15,000 pensamientos.
Y, para todos aquellos primerizos en la adquisición de robots habrá exposiciones y conferencias. El sábado a las 4:00 de la tarde en la sala A, el reconocido científico Aznar Bellípedo presenta la ponencia “Deja para mañana lo que tu robot puede hacer hoy por ti”. A las 5 de la tarde en la sala B, la doctora Atila Tiznada expondrá “¿Por qué el robot se convirtió en el mejor amante para la mujer?”.
Además, pláticas de introducción en el uso de robots durante todo el día y folletos con instrucciones totalmente gratuitos, preguntando por ellos en la puerta principal.
Expo-Tu Robot, ahora en el centro de convenciones más conocido de Monterrey, sólo hoy sábado 10 de diciembre del 2238.
Celebra un 2239 diferente, acompañado del mejor amigo que el hombre jamás ha conocido: El robot...
viernes, 6 de marzo de 2009
ULTIMO TESTIMONIO DE UNA PALABRA MUERTA
Como ya mencionamos, a nuestra palabra le encantaba compararse con las demás y críticarlas cada vez que tenía oportunidad. A pesar de que no constaba con tantas sílabas como oto-rri-no-la-rin-gó-lo-go o pa-ra-le-le-pí-pe-do, se sentía mucho más completa que ellas y que otras tantas palabras. En ocasiones, hasta hacía mofa de palabras como in-con-ve-nien-te o pro-ble-má-ti-co, que para ella eran muy complicadas de entender. Ya que cuando las cosas van mal no se necesitan tantas letras para decirlo, desde su humilde punto de vista. Le gustaba hacer menos a los artículos como el, la, los o las, porque pensaba que eran palabras muy dependientes. Solas no podrían existir, siempre tendrían que ir junto a otra, si no, nadie las tomaría en cuenta.
Esta palabra de la que estamos hablando no sólo se la pasaba criticando a las demás, sino que también se jactaba, con sus amigas, casi de ser perfecta. Esto, obviamente, las llenaba de envidia y resentimiento.
Un día, las demás palabras planearon algo para evitar que siguiera siendo tan pesada y tan pedante. Había una regla importante entre las palabras: a pesar de que podían hablar de otras, no podían pronunciarse a sí mismas porque este sonido, ensordecedor para ellas, podría terminar con sus vidas, haciéndolas desaparecer. Fue como se les ocurrió idear un juego especialmente para el objeto de su venganza. Todas la palabras que se reunieron a tomar té esa tarde, se pusieron en un círculo y propusieron lo siguiente: cada una tenía que pronunciar en voz alta el nombre de la palabra que estuviera a su lado derecho y, de repente, sin avisar, cambiar el sentido del juego según las manecillas del reloj, y luego, nuevamente, a la derecha sin advertir a las demás, y así sucesivamente, aumentando poco a poco la velocidad. Era un juego un poco peligroso, una especie de ruleta rusa, pero el truco es que ellas lo tenían bien ensayado y nuestra palabra protagonista, no.
Durante gran parte de la tarde se pudo escuchar, dentro del recinto, en voz muy alta: Des-pre-cio, so-le-dad, hu-mi-lla-ción, luego hacia la izquierda, con-for-mi-dad, me-dio-cri-dad, a-sen-ta-mien-to, luego a la derecha, in-fi-de-li-dad, en-ga-ño, tram-pa, luego a la izquierda, e-go-cen-tris-mo, nar-ci-sis-mo, luego a la derecha... y sin querer, la palabra en cuestión pronunció su propio nombre.
Después, un silencio sepulcral. Finalmente, las palabras ahí reunidas, quedaron satisfechas por haber completado su venganza.
A pesar de lo mal que se habían portado, tuvieron una luz de misericordia y le permitieron pronunciar sus últimas letras. Dicen los que saben que no pueden explicar por qué las palabras sintieron este rayo de bondad después de que deliberadamente, habían creado este plan malévolo.
La palabra pedante, la palabra altiva, la palabra que veía a todas por encima del hombro, habló por última vez. Me-mo-ria, que era la que más recordaba cosas de todas las ahí presentes, transcribió lo que dijo la Palabra en su epitafio algunos años después cuando murió. Este es el último testimonio de una palabra muerta.
“Amigas palabras, sílabas, diptongos, letras, sin importar si son agudas, graves o esdrújulas. Yo sacaba lo mejor de cada una de ustedes, yo hice que se valoraran. Al atacarlas, ustedes se desarrollaron y me desarrollaban. Ahora eso no existirá. Ahora serán humilladas, atacadas, pisoteadas y nunca habrá un sentido de justicia para ustedes mismas. Todo lo que la gente les diga, lo darán por sentado, si pe-que-ñí-si-mo es un desperdicio de espacio, eso será toda su vida, que sabemos que es eterna. Si la piensa que es dependiente, nunca será nadie si no tiene un sustantivo a su lado. Si in-con-ve-nien-te no se valora, entonces las personas pensarán que todo es fácil y habrá un caos mundial. Los no me de-jes, sonarán más en el mundo y se escucharán más patéticos.
Compañeras palabras, yo las exhortaba a ser mejores, a luchar por su lugar en la vida. Que si fui presumida, que si fui pedante, que si me porté mal con ustedes, es simplemente mi naturaleza. Para eso fui creada. Ahora estoy destinada a desaparecer. Y cuando las pronuncien sólo serán argumentos gratuitos, sólo serán una sopa de letras, sólo serán un intento por comunicar algo. ¡Qué tristeza me dan!”
Diciendo esto, la palabra comenzó a borrarse de la reunión y otra cosa increíble paso también. En el gran Diccionario de la Real Academia Española desapareció DIGNIDAD.
¡Buena vibra para todos!
Derechos Reservados 2009 Diana Robledo
LA PAPA CACHONDA
Ni hablar de las tendencias de moda. La última de la que me enteré fue la de las diademitas y peinetas con plumas “de verdad” y piedras de fantasía. O qué me dicen de los pantalones entubadisisísimos que sólo favorecen a las chavas delgadisisísimas… que NO somos la mayoría.
Existe una gran cantidad de productos y programas de ejercicios para mantenernos saludables. Cuánto tiempo estuvieron de moda las pastillas de nopal para bajar de peso y eliminar “lo que tu cuerpo no necesita” o el pilates y el yoga. Ahora lo nuevo, lo “in”, son las clases de tubo o pole dancing y meter los pies en esas tinas que te quitan las toxinas y las malas vibras que acumulaste en el día.
Si la gente reconoce algo “nuevo”, lo adopta, lo vive, se lo unta, lo exprime, se lo acaba hasta que lo seque y le pierda interés. A final de cuentas, ya surgirá una “nueva novedad” que pasará más rápido que un febrero con 28 días.
La Papa Cachonda
“Otra vez, no podemos encontrar a don Picasso”, aseguró un mesero joven, flaco, tartamudo y con cara de angustia, dirigiéndose al gerente de La Papa Cachonda, lugar de gran tradición en Monterrey, especializado en comensales de poco ingreso y gran apetito.
“Ya buscamos en la bodega, en el patio y hasta en los baños. Los jóvenes de la mesa 15 tienen un rato esperándolo”, siguió lloriqueando el mesero.
“Entonces ve tú y atiéndelos”, bramó el gerente del lugar. El muchacho, ensordecido por el tono de voz de su enérgico jefe y por el agobio de ser novato, corrió torpemente hacia la mesa 15.
Ahí estaba yo, impaciente y con cara de pocos amigos. ¿Por qué? Por el hambre que ya me apretaba el estómago contra las costillas y por la curiosidad de conocer a don Picasso.
“Buenas tardes. Bienvenidos a La Papa Cachonda. Nuestra especialidad del día son los huevos estrellados, con frijoles refritos y totopos para acompañar… Mi nombre es…”
“Ni me lo digas. Venimos mis amigos y yo desde muy lejos para conocer a don Picasso. Nos sentamos en esta mesa precisamente porque queremos que él nos atienda”, interrumpí con saña.
“Es que… es que… no lo encontramos por ninguna parte. Si gustan yo puedo… yo puedo…”, tartamudeó el mesero.
“Claro que no. Esperaremos a don Picasso”, volví a interrumpir, ahora sí, realmente enojada.
Desde la inauguración de La Papa Cachonda, don Picasso no sólo era un mesero: era El Mesero, la principal atracción del lugar. No importaba que el restaurante estuviera a media luz o que las mesas estuvieran oxidadas. Tampoco que la rocola tuviera como novedad música de Los Panchos, Angélica María y Enrique Guzmán. Mucho menos importaba la aberración que servían por comida. Don Picasso era la razón por la cual mucha gente asistía con religiosidad los fines de semana a La Papa Cachonda. Todos querían ver al único e inigualable mesero invisible.
¡Buena vibra para todos!
LA MUERTE EN EL 2012
Hasta hace poco, un México unificado celebraba al máximo el Día de Muertos. Podíamos ver afuera de todas las casas de Monterrey los tradicionales altares llenos de colores y olores y, sobre todo, de recuerdos. Ahora eso es pasado. Eso si, recuerdo muy bien el día en que la muerte cambió.
Mi mamá y mis hermanos se llevaron a mi papá a unas pequeñas vacaciones. Éstas consistían en ir de compras a lo que quedaba de la ciudad de San Antonio después de un atentado masivo y un terremoto que ocurrieron el mismo día hace algunos meses. En estos viajes express, mi papá esperaba dormido en el carro mientras todos andaban de tienda en tienda, se aburría escuchando cómo mis hermanas habían regateado olímpicamente en un mercado y se resignaba al ver cómo sus tarjetas de crédito llegaban al tope.
Mi papá era de lo más tradicional. Era un hombre serio, ecuánime, conciliador, responsable en su trabajo y con poco tiempo para ver a la familia. Una vida de sacrificios. Le encantaba leer y jugar ajedrez. Su domingo soñado era aquél en que no tenía que hablar ni ver a nadie, ni tenía que llevar a mi mamá a sus compromisos.
Lo único que me dijeron es que mi papá estaba viendo televisión en el cuarto del hotel cuando sucedió. Se relajó tanto que su alma se pudo haber ido directito al cielo, pero no fue así. Mi mamá lo notó porque al salir del baño lo vio muy pálido y calladito.
El diagnostico fue sorprendente. Era un caso de post-mortem vividus. En éste, el paciente (o “no paciente”, porque ya no se le administran medicinas) está técnicamente muerto, pero su cerebro no lo sabe o no lo puede aceptar. Las extremidades siguen funcionando, aunque por dentro, el proceso de descomposición es inminente. Hay un punto en que los músculos están tan atrofiados que simplemente dejan de funcionar, y el “no-paciente” se queda tieso en la posición en la que se encuentra. Los párpados se entumen y se quedan cerrados. En aproximadamente dos días, el enfermo de post-mortem vividus simplemente se va. Ahí es cuando se produce la muerte, hasta donde la conocíamos. Lo más curioso de todo, es que al “no-paciente” se le avisa que ya está muerto para que lo asimile poco a poco. También se le cumplen, ya en su mortandad, algunos caprichos. La única “ventaja” de esta enfermedad es que la familia tiene la oportunidad de despedirse, avisarle al resto de los familiares y amigos y, sobre todo, resignarse.
Vi a mi papá tan entusiasmado con la comida que no me hubiera imaginado que estaba muerto, de no ser porque mis hermanas me mandaron llamar para explicarme la situación. Curiosamente, parecía yo la única angustiada.
Aún tengo la imagen de mi papá, aquel día en que la muerte caprichosa cambió de modus operandus. De repente, se quedó como congelado en el tiempo, en la mesa del comedor. Eran las once de la noche. Por fin nadie lo molestaba, ni nadie le pedía dinero. Estaba solo con sus recuerdos y brindando con no sé quién cuando su cabeza cayó pesada sobre el postre.
Al fin lo habían dejado en paz.
¡Buena vibra para todos!