
Un día, esta palabra fue a visitar a otras para tomar el té, como era su costumbre una vez a la semana. Estas peculiares, pero coloridas reuniones, eran para platicar sobre los últimos acontecimientos mundiales y también, para comentar las noticias sobre las nuevas adquisiciones de El Diccionario de la Real Academia Española, palabras que, de haber sido simples expresiones o modismos entre la gente, ahora se convertían en palabras hechas y derechas con todo y sus dos puntos y una definición completísima.
Como ya mencionamos, a nuestra palabra le encantaba compararse con las demás y críticarlas cada vez que tenía oportunidad. A pesar de que no constaba con tantas sílabas como oto-rri-no-la-rin-gó-lo-go o pa-ra-le-le-pí-pe-do, se sentía mucho más completa que ellas y que otras tantas palabras. En ocasiones, hasta hacía mofa de palabras como in-con-ve-nien-te o pro-ble-má-ti-co, que para ella eran muy complicadas de entender. Ya que cuando las cosas van mal no se necesitan tantas letras para decirlo, desde su humilde punto de vista. Le gustaba hacer menos a los artículos como el, la, los o las, porque pensaba que eran palabras muy dependientes. Solas no podrían existir, siempre tendrían que ir junto a otra, si no, nadie las tomaría en cuenta.
De las palabras largas para denotar algo chiquito, ni hablar; era una constante crítica de su parte hacia pe-que-ñi-si-mo o hacia po-qui-tí-si-mo, pues creía que eran un desperdicio de espacio en los renglones. Era insano tomarse la molestia de escribirlas cuando lo que realmente querían decir era algo tan fácil. Firmemente creía que había conjuntos de palabras a las que siempre les faltaba algo como no te va-yas o no me de-jes, o que otras eran muy estúpidas como yo creía que no eras así o tie-nes que cam-biar.
Esta palabra de la que estamos hablando no sólo se la pasaba criticando a las demás, sino que también se jactaba, con sus amigas, casi de ser perfecta. Esto, obviamente, las llenaba de envidia y resentimiento.
Un día, las demás palabras planearon algo para evitar que siguiera siendo tan pesada y tan pedante. Había una regla importante entre las palabras: a pesar de que podía

Durante gran parte de la tarde se pudo escuchar, dentro del recinto, en voz muy alta: Des-pre-cio, so-le-dad, hu-mi-lla-ción, luego hacia la izquierda, con-for-mi-dad, me-dio-cri-dad, a-sen-ta-mien-to, luego a la derecha, in-fi-de-li-dad, en-ga-ño, tram-pa, luego a la izquierda, e-go-cen-tris-mo, nar-ci-sis-mo, luego a la derecha... y sin querer, la palabra en cuestión pronunció su propio nombre.
Después, un silencio sepulcral. Finalmente, las palabras ahí reunidas, quedaron satisfechas por haber completado su venganza.
A pesar de lo mal que se habían portado, tuvieron una luz de misericordia y le permitieron pronunciar sus últimas letras. Dicen los que saben que no pueden explicar por qué las palabras sintieron este rayo de bondad después de que deliberadamente, habían creado este plan malévolo.
La palabra pedante, la palabra altiva, la palabra que veía a todas por encima del hombro, habló por última vez. Me-mo-ria, que era la que más recordaba cosas de todas las ahí presentes, transcribió lo que dijo la Palabra en su epitafio algunos años después cuando murió. Este es el último testimonio de una palabra muerta.
“Amigas palabras, sílabas, diptongos, letras, sin importar si son agudas, graves o esdrújulas. Yo sacaba lo mejor de cada una de ustedes, yo hice que se valoraran. Al atacarlas, ustedes se desarrollaron y me desarrollaban. Ahora eso no existirá. Ahora serán humilladas, atacadas, pisoteadas y nunca habrá un sentido de justicia para ustedes mismas. Todo lo que la gente les diga, lo darán por sentado, si pe-que-ñí-si-mo es un desperdicio de espacio, eso será toda su vida, que sabemos que es eterna. Si la piensa que es dependiente, nunca será nadie si no tiene un sustantivo a su lado. Si in-con-ve-nien-te no se valora, entonces las personas pensarán que todo es fácil y habrá un caos mundial. Los no me de-jes, sonarán más en el mundo y se escucharán más patéticos.
Compañeras palabras, yo las exhortaba a ser mejores, a luchar por su lugar en la vida. Que si fui presumida, que si fui pedante, que si me porté mal con ustedes, es simplemente mi naturaleza. Para eso fui creada. Ahora estoy destinada a desaparecer. Y cuando las pronuncien sólo serán argumentos gratuitos, sólo serán una sopa de letras, sólo serán un intento por comunicar algo. ¡Qué tristeza me dan!”
Diciendo esto, la palabra comenzó a borrarse de la reunión y otra cosa increíble paso también. En el gran Diccionario de la Real Academia Española desapareció DIGNIDAD.
¡Buena vibra para todos!
Derechos Reservados 2009 Diana Robledo
2 comentarios:
aijuesu maye..!! diana la neta eres otro pedo..!! pa qe mas qe la verdad...me gusta mucho como escribes..!!
buena vibra..!!
p.d: me encanta la pareja qe haces con tu lagartijo..!! son un amor con alas..!!
x0x0
"Menos mal que con los rifles no se matan las palabras..."
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