sábado, 7 de marzo de 2009

AYER HABLE CON DIOS

Ayer hablé con Dios encarnado en el cuerpo de Miguel Bosé. Es una locura, yo lo sé, pero me gustaría saber si hoy voy a soñar de nuevo con él.

Estábamos en un patio muy grande, sentados cómodamente en unas sillas de jardín, muy tranquilos tomando el sol. Miguel Bosé tenía un traje de terciopelo rojo, así como lo ví en uno de sus conciertos, pero ciertamente su mirada no correspondía a la de un ser humano común. Se veía mucho más flaco de como se ve en la televisión y tenía unas ojeras impresionantes. En el ambiente se respiraba perfume de flores, flores moradas y rosas. Parecía ser el patio de la casa de un pueblo mexicano, por los colores de las columnas tan vivos. Había macetas por todos lados y ramas de distintos árboles, algo de hierba y un calor sofocante que rebotaba en las banquetas de concreto que rodeaban el lugar.

Miguel Bosé y yo estábamos tomando vino barato y en su mano derecha traía un puro enorme, que fumaba muy pausado. No sabía por qué me encontraba con él, pero desde que comenzó a hablar me di cuenta que era Dios.


Recuerdo que me quejé mucho, me queje de mi trabajo (que muchos envidiarían), me quejé de ser tan escéptica en cuanto a mis relaciones afectivas, tan desconfiada. Me queje del calor insoportable de la ciudad y hasta del tráfico y la forma salvaje de manejar de la gente. Miguel Bosé me miraba tranquilo, apacible, como si le estuviera contando una película.

Tal vez hablé un poco de mi familia y de mis hermanos que no me hablan desde hace 5 años. Le conté como me molestaba no ver hacía donde iba con mi trabajo, si algún día realmente “despegaría” o estaba condenada a ser una empleada normal, común y corriente. Sí había elegido bien al quedarme en esta ciudad y no arriesgarme cuando tuve la oportunidad de volar o si en el futuro se me iban a presentar otra oportunidad similar. Le conté que no sabía bien a donde me llevaba mi relación actual, que tenía muchas dudas, pero no porque no lo amará, más bien porque no sabía si íbamos bien o no. Le platiqué que cuando me enamoraba así, prefería portarme un poco fría, como autodefensa contra cualquier cosa mala que pudiera pasar. ¿Y si me engañaba?, ¿y si no me quería con la misma intensidad que yo?, y otros asuntos que prefiero no comentar porque, nada más de pensar, se me revolvía el estómago.

Le conté de mis amigos y de mis amigas, de toda la gente que ya tomó su rumbo (como debía ser). De los casados, de los divorciados, de los que ya hasta hijos tuvieron, y yo... no sabía si me estaba estancando en una etapa y debía pasar a otro nivel en todos los sentidos.

Dios, en el cuerpo de Miguel Bosé, me miraba con la misma serenidad, pero como tratando de analizarme. Recuerdo perfectamente cómo aspiró su puro y comenzó a hablar. Yo sólo podía pensar que eran las palabras que yo necesitaba precisamente en ese momento, pero, al tratar de retenerlas en mi mente, se me colaban como peces de río. Y hasta me puse seria, le dediqué todos mis sentidos, toda mi atención, y nada. Todo lo que yo recibía eran las palabras más sabias jamás pronunciadas, pero, por más que trato de recordarlas en este momento... no puedo. No puedo recordar qué era eso tan importante que me decía. ¿Me estaba regañando?, ¿Me estaba consolando? ¿Me estaba dando la fórmula exacta para ser feliz? ¿Me habría dicho cuando iba a morir? ¿Me estaba revelando la “verdad de la vida”? ¿Me estaría contando de su próximo concierto?

Después de un rato, Dios-Miguel Bosé me llevó a la central de autobuses (no sé si volando, caminando o en taxi) para mandarme a no se qué lugar. Por lo pronto, puedo recordar que estaba muy mortificada porque mi maleta tenía muy poca ropa. Y, aunque trataba de explicarle que no me quería ir aún, me metió casi a la fuerza a un camión con un destino desconocido. Aunque traté de decirle que no podía irme así, no tuve éxito, y hasta le expliqué, en todos los idiomas (porque en este sueño hablaba muchos idiomas), pero no pude darme a entender.

Ya dentro del autobús me quedé muy triste porque creía que podría recordar algo de su plática en el largo camino, que seguramente tendría que viajar, pero no lo conseguí. Al alejarse el camión saqué la cabeza por la ventana y vi cómo Dios-Miguel Bosé se hizo chiquito, señal de que el chofer estaba acelerando y, literalmente, nos fuimos volando de la central. Era algo casi teatral.

Desperté sólo por que mi celular estaba sonando.

Hablar con Dios es una de las cosas más cansadas que existen. De tanta información que recibí de Él, mi cabeza quería estallar. Si en el sueño no pude acordarme que me dijo Dios, tampoco tuve suerte al despertar.

Definitivamente, “la verdad de la vida” nunca la voy a saber. Es una verdadera tristeza tener tan mala memoria. Si alguna vez sueñan con Dios-Miguel Bosé, asegúrense de soñar con una libreta en la mano para poder recordar la conversación, no vaya a ser que se les informe que pronto morirán y no tengan tiempo de arrepentirse de muchas cosas.

¡Buena vibra para todos!

Derechos Reservados 2009 Diana Robledo

2 comentarios:

Anónimo dijo...

wow....

ola dianita....

me gusta mucho lo que escribes...

jeje

es sensacional...

todo lo que paspas...

cuando sea grande

quiero ser como tu...

:D

mis mejores deseos para ti...

kuidexe un monton...

DTB oi y siempre

Anónimo dijo...

Hola, es la primera vez que visito este rinconcito en Internet,pero he quedado con la boca abierta al leer esto. Sucede que me ha pasado algo muy muy similar, no precisamente en los mismos terminos, pero creerme si te digo que en sueños tambien he recibido la sabiduria de un ser superior, pero al despertar no he podido recordarla.

SALUDOS

GILBERTO DE LA ROSA

Habla por si solo

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